Si viviéramos el tiempo de la destrucción de Jerusalén en el 70 d.C.
Cómo reaccionarías, con todo el conocimiento, el crecimiento en Cristo que tienes hoy, si vivieras en el tiempo de la destrucción de la ciudad Jerusalén, en la década 70 en el primer siglo tras la resurrección de Cristo.
Época en la que el testimonio era muy cercano en el tiempo, de ver frente a frente a Jesús el Cristo encarnado, su muerte en la cruz y su resurrección. Generación que ahora estaba viendo tal destrucción, tal barbaridad.
Si no conoces de este hecho histórico, investígalo, y lo macabro que fue.
Si vivieras en esta época, no estando físicamente en la Jerusalén atacada, pero al enterarte de lo que estaba sucediendo, en un proceso de destrucción prolongado de la ciudad Jerusalén:
¿Qué sentirías en tu espíritu, alma y cuerpo?
¿Cómo orarías, qué intercederías en Cristo frente a lo horrible que sucedía?
Tomate un tiempo para meditar en lo anterior; dejaré un espacio de 12 filas separadas a continuación, y luego sigas leyendo tras tener este tiempo:
Uno.
Dos.
Tres.
Cuatro.
Cinco.
Seis.
Siete. No hagas trampa :)
Ocho.
Nueve.
Diez.
Once.
Doce.
Esta destrucción ya había sido profetizada. Había juicio sobre Jerusalén, que da Jesús cuando llora por ella, y que vemos en Mateo 23:37-39:
"¡Jerusalem, Jerusalem, que matas a los profetas, y apedreas a los que te han sido enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos bajo las alas, y no quisisteis! He aquí vuestra casa os es dejada desolada. Porque os digo que desde ahora en adelante, de ningún modo me veréis hasta que digáis: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!"
Y había un tiempo para comenzar la obra del Evangelio del Reino en Jerusalén, porque todo debía comenzar en Jerusalén, Hechos 1:4:
"Y estando con ellos, les mandó que no se alejaran de Jerusalem, sino que esperaran la promesa del Padre, la cual, les dijo: Oísteis de mí."
Para luego salir al mundo, ir al resto de las ciudades y naciones, como vemo en Lucas 24:47 y Hechos 1:8:
"Y que se predicaría en su nombre el arrepentimiento para perdón de pecados a todas las gentes, comenzando desde Jerusalem."
"Pero recibiréis poder cuando venga sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalem, en toda Judea y Samaria, y hasta lo último de la tierra."
Pero algo ocurrió, que, por decirlo de una manera, "tuvieron que salir a la mala" de Jerusalén para ir al resto de los pueblos, Hechos 8:1:
"Saulo consintió en su asesinato, y en aquel día hubo una gran persecución contra la iglesia en Jerusalem, y todos fueron esparcidos por las regiones de Judea y de Samaria, salvo los Apóstoles."
Algo pasaba en los corazones de los Hermanos en Jerusalén. Vemos que incluso tras esta "salida a la mala" de Jersualén, como no todos predicaban a los gentiles, aún tras la revelación del Señor a Pedro en la casa de Cornelio para predicar a los gentiles, como vemos en Hechos 11:19-21:
"Ahora bien, como resultado de la tribulación ocurrida a causa de Esteban, los esparcidos pasaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, no hablando a nadie la palabra, sino sólo a judíos. Pero había algunos de ellos, varones chipriotas y cirenenses, que habían ido a Antioquía y hablaban también a los helenistas, predicando al Señor Jesús. Y la mano del Señor estaba con ellos; y un gran número que creyó se convirtió al Señor."
Por eso digo, algo había en su corazón. No predicaban a todos. Y vemos que la mano del Señor está con quienes siguen su diseño, como vimos en profundidad en la Columna 10.
Volviendo al diseño original de los primeros pasos de la Iglesia, había un propósito, recibir el Espíritu Santo, comenzar la obra del Reino en Jerusalén, pero luego había que salir.
¿Habrá sido por comodidad?
¿Habrá sido porque no querían salir de Israel para predicar a los gentiles, a las naciones?
Como vimos en la Columna 12 anterior. Dios tiene planes. Y muchos de ellos no los gozamos de buena manera. Y también nos vamos por caminos de tropezar y caernos mucho, hasta ir en mayores niveles de rebeldía y no vivir todo el propósito que Dios tiene para nuestras vidas.
Las sendas del Señor son de gozo y paz, Salmo 16:11:
"Me mostrarás la senda de la vida, En tu presencia hay plenitud de gozo, Delicias a tu diestra para siempre."
Y donde está su Espíritu, hay libertad, 2 Corintios 3:17:
"Porque el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, hay libertad."
Pero quizás también como vimos en la Columna 4, no obedecemos plenamente, no nos comemos el pan añejo, esperamos cada día por un pan fresco al que nosotros mismos llegamos a ser obstáculo para que este llegue, y lo pasamos mal; sufrimos no por un poco de tiempo, sino por mucho tiempo; porque en el diseño de cómo se celebra Pascua, el cordero se debe comer completamente.
Hay muchas cosas que suceden dentro de la Iglesia, que no son porque Dios quiere.
Sí, hay mártires, y ocurrirán cosas. Pero sé sabio, discierne en Cristo, apóyate de tus lideres, que muchas malas situaciones que uno vive no son porque Dios quiera.
La destrucción de Jerusalén tenía que ocurrir, y ocurrió unas 7 décadas después de la cruz de Cristo. La pregunta terrible que me hago personalmente es:
¿Cuántos cristianos no salieron de Jerusalén en el momento que el Padre lo mostró, y fueron brutalmente masacrados?
¿Cuántos intercedieron a Dios para que se detuviera la masacre, ayunando y mucho más, cuando el Señor ya había hablado de lo que iba a ocurrir como vemos en Mateo 23:37-39?
De esto último, en esa época no había una Biblia impresa como hoy, pero recordemos que el Señor nos dejó algo mayor, Juan 14:26:
"Pero el Paracleto, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, Él os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que os dije."
Y como vimos en la Columna 2, los que son guiados por el Espíritu Santo son Hijos de Dios, Romanos 8:12-15.
Es terrible. Pero hay que decirlo. No basta con creer. No basta con solo congregarse. No basta con haberse bautizado. Y tanto más. Todo lo anterior es solo ritualismo si no permanecemos en Dios con la guia del Espíritu Santo; y apoyarnos unos a otros como Cuerpo de Cristo unánimes no en nuestras fuerzas sino en Cristo. Y lo vemos en la historia de la Iglesia, en la que nuestros propios caminos como Iglesia han generado terribles desgracias, a nivel personal, familiar, congregacional, hasta a nivel de las naciones, como lo fue con esto último estos casi mil años de oscuridad y barbaridad con la "Iglesia Católica Romana", a como vimos un poco de ella con el "papa católico" Dámaso I, en la Columna 3.
También en la Columna 3, vimos del estado de la Iglesia, que no maduraba, con Hebreos 5:11-14 y 1 Corintios 3:2, aún en necesidad de leche.
Y también ya en este tiempo, había un desvío que ya comenzó dentro de la Iglesia, que vemos con Lucas, médico y discípulo de Pablo, quien escribe el último evangelio para poner luz sobre muchas cosas que no provenían del Padre. Veamos Lucas 1:1-4:
"Ya que muchos intentaron compilar un relato acerca de las cosas que entre nosotros han sido del todo certificadas, según nos las transmitieron los que desde el principio fueron testigos oculares y servidores del Logos, me ha parecido bien también a mí, habiendo investigado exactamente todas las cosas desde sus fuentes, escribírtelas en orden, oh excelentísimo Teófilo, para que te percates de la verdad precisa respecto a las cosas en que fuiste oralmente instruido."
Excelentísimo, del griego "kratos", que significa poder, como también en dignidad, lo más excelente, lo más noble. Y, Teófilo, del griego "teo" que es Dios, y "filio", que es amor de amistad. A quien se dirige en el relato, "excelentísimo Teófilo", es a la Iglesia, es para los Hermanos en Cristo; textualmente significa Amigo de Dios. Lucas destina su escrito a los que se mantienen en la Verdad, en Cristo.
Lucas con la guía del Espíritu Santo, levanta este evangelio, por muchas mentiras, muchos falsos evangelios que ya se estaban levantando desde temprana edad de la Iglesia, por como nos relata al inicio: "Para que te percates de la verdad precisa respecto a las cosas en que fuiste oralmente instruido." Engaños y filosofías que vemos con el Apóstol Pablo, advertencia de no caer en ellas, como en Colosenses 2:8.
Debemos ver también la historia de la Iglesia, más allá del nuevo testamento. El caminar de la Iglesia en estos 2 milenios es muy importante. Porque la Iglesia ha caído en contrataciones con las tinieblas, ha dejado de hacer cosas, y hay mucho al debe en el Ministerio de la reconciliación de todas las cosas que tenemos por delante.
Y menos debemos caer en lo mismo que nos muestra la historia. El Señor nos dejó todo para triunfar. Y aún discernir el Cuerpo de Cristo, como vemos con 1 Juan 4:1, probar los espíritus:
"Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus, si proceden de Dios; porque muchos falsos profetas han salido al mundo."
El don de discernir espíritus, lo vemos en 1 Corintios 12:10:
"A otro, operaciones milagrosas; a otro, profecía; a otro, discernimientos de espíritus; a otro, distintas lenguas; y a otro, interpretación de lenguas."
Y Juan cuando nombra el discernir los espíritus, lo hace como algo que todos los Hermanos podemos hacer, no de unos pocos.
Y en cuanto a todo lo que está por venir el Espíritu Santo guía; Juan 16:13:
"Pero cuando venga Aquél, el Espíritu de la Verdad, os guiará en toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará cuanto oirá, y os anunciará las cosas que han de venir."
Esta columna no es para desarrollar mucho en sí misma, sino para tomar de los diseños de todas las Columnas en este libro, comenzando con la pregunta inicial con la que nombro esta columna, para examinarnos, exponernos ante la cruz de Cristo. Tanto a nivel personal, como de Iglesia, somos un solo Cuerpo de Cristo.
Van a venir guerras, desastres, y mucho más, y debemos discernir en cada escenario, dónde están nuestros pies, por dónde hemos recorrido. Comencemos a vivir en mayor intimidad con el Hijo y el Padre para cada área, aspecto, para cada momento de nuestras vidas, y no solo en las reuniones de congregación.
Y no lo olvides, no importa la situación, si tu corazón sigue latiendo, siempre habrá un camino de salida preparado por Dios para que lo tomes, pero no te separes del Cuerpo, de la Iglesia.