Entrando a la casa de Labán

Hemos visto hasta este momento las dificultades de Jacob en su casa. El despertar de algunos de sus dones, y su encuentro con Dios, en el que Jacob le llega a poner condiciones.

Lo que veremos a continuación en la vida de Jacob, fue en lo mismo que cayó Adán y Eva: Dejarse llevar solo por las apariencias, y no consultar con Dios.

Sí, Dios nos da la vista, para apreciar lo bueno de lo malo, pero no puedo solo dejarme llevar por ella. Tenemos los 5 sentidos de nuestro cuerpo para experimentar la creación y gobernarla, pero primero somos espíritu. 1 Corintios 2:14 nos habla que el hombre natural no puede entender lo espiritual. Este pasaje es del nuevo pacto, tras la resurrección de Cristo, con el Espíritu Santo que habita en nosotros. En los tiempos previos a la resurrección de Cristo, no podía venir El Padre y El Hijo a habitar en el hombre y transformar su interior, como vemos en Juan capítulo 17. Pero sí el hombre podía relacionarse con Dios y conectar con Él, y su Espíritu lo acompañaba, como vimos con grandes profetas en el antiguo pacto, y grandes hombres como Noé y el propio Abraham; pero era el Espíritu de Dios actuando por fuera del hombre, creando atmósferas celestiales en el Padre, pero nunca pudiendo transformar al hombre desde adentro, que fuera nueva criatura como vemos en 2 Corintios 5:17.

El caso de la tremenda Fe de Abraham que le fue contada por justicia, es uno de los más gráficos en esta relación de Dios y el hombre, antes de la cruz de Cristo. Abraham al liberar a Lot en Génesis 14, se le presenta el rey de Sodoma, quien le daría todas las riquezas que eran de este rey, a cambio de sus hombres. Pero Abraham, justo antes del encuentro con el rey de Sodoma, experimenta con Melquisedec, con el Señor, tomar el pan y el vino, que es lo profético del sacrificio de Jesús, comer su carne y beber su sangre. Abraham, no guiado por sus sentidos naturales, ante tremendas riquezas que tenía ante él, decide dejarlas de lado y no ceder ante la petición del rey de Sodoma, viendo lo más importante que era el pueblo que estaba formando, y que Dios es quien provee, y no la mano del hombre la que sustenta a los que confían en Dios. Abraham no enfrentó al rey de Sodoma solo, ya había recibido el pan y el vino de Melquisedec, la carne y la sangre del Señor.

Un caso de dejarse llevar por los sentidos y echar "por la borda" todo lo que el Padre nos ha dado, es la vida de Sansón, quien termina débil, amarrado, sin vista, y avergonzado ante sus enemigos.

Otro caso también de no obedecer al Señor, es la del rey Sedequías antes de la invasión de Babilonia con el rey Nabucodonosor. Por medio del profeta Jeremías, Dios le dice, en Jeremías 38:17-18, que se entregara, y él y su casa serían guardados, como también la ciudad. Pero el rey no obedece, actúa como hombre natural, llevado por sus propios sentidos carnales, y vemos como en el capítulo siguiente, desobedece, y ocurre lo peor cuando se resiste: Babilonia arrasa con toda la ciudad y el templo, y el rey también queda atado y ciego, y sus hijos, que son sus generaciones, son degollados en frente de él.

Veamos, tanto con Sansón como Sedequías, no es que por un error les ocurriera lo peor. Si vemos sus vidas, fueron varios pasos, varios errar en el blanco, pecados, en que fueron profundizando un declive terrible en sus vidas y generaciones, hasta quedar atados y ciegos, y perder hasta sus vidas y sus generaciones (por Sansón, él no llegó a tener hijos).

¿Sansón y Sedequías creían en Dios? Sí. Como también conocían los planes de Dios para sus vidas. Sansón conocía la bendición y propósito que Dios le había dado para su vida, además de la advertencia para no perderlo todo, y sabía por la ley lo de no mezclarse con mujeres de otros pueblos; a menos que Dios mismo se lo dijera, como ocurrió en ocasiones en el antiguo pacto, pero este no es el caso. Con el rey Sedequías, el profeta Jeremías le da el plan de Dios para que saliera con vida él y toda su casa, y la ciudad no fuera destruída.

Aquí aparece:

  • Creer en Dios, conocer sus planes para nuestra vida (como recibir una profecía clara), hasta conocer los dones que tenemos y experimentarlos (como Sansón), pero llevarnos por nuestro sentido de hombre natural y hacer el camino propio que lleva a una muerte.

Entonces, hoy no se trata solo de tener el espíritu activado en sí. Dios no manipula. Podemos experimentar dones y Ministerios, pero de un tiempo a otro, podemos cambiar nuestro modo de vida a uno de "hombre natural", y arruinarlo todo. El cuerpo físico y el alma no son malos, pero se vuelven en los llamados deseos de la carne que nos destruyen, cuando estos toman el control, y pasan a llevar, y hasta a silenciar, todo lo que el Espíritu Santo le está hablando a nuestro espíritu, y nuestro espíritu queda como dormido.

Por ejemplo, el impulso sexual no es malo, Dios nos ha dado los deseos, y el sexo, pero no es lo mismo desear con un impulso sexual la esposa que el Señor me ha hablado que es para mi vida, y ya he hecho pacto con ella para unirnos en un solo cuerpo (el pacto que le llamamos el matrimonio hoy en día), que sentir un deseo con impulso sexual por la mujer de otro hombre.

El camino de "callar" el alma y el cuerpo no son los correctos tampoco, como lo hacen algunos monjes asiáticos que con entrenamientos eliminan de su vida los deseos del alma y el cuerpo, llegando literalmente a dañar su propio cuerpo en el proceso. Pero Dios nos quiere en todas nuestras partes, como vemos en 1 Tesalonicenses 5:23. El alma y el cuerpo, como el espíritu, son regalos igualmente de valiosos que debemos apreciar y atesorar. Es poner la mira en las cosas de arriba, como vemos en Colosenses 3:2-8.

Amados, tengamos cuidado. Podemos cometer errores, y Dios es misericordioso. Pero también podemos caer una y otra vez, a niveles de quedar atados y ciegos, a ese nivel de no poder salir por nuestra propia cuenta pidiendo ayuda a Dios, perdiendo todo o gran parte de lo que Dios nos ha dado, sin vuelta atrás. Y podemos seguir con vida aún llegado a este punto, y Dios es misericordioso, pero ya mucho se habrá perdido, y habremos sido avergonzados ante nuestros enemigos. Pero si aún en este punto no cambiamos pidiendo ayuda para ser desatados y restaurados para volver a ver como Dios ve, se podrá llegar hasta el punto de no retorno de perder nuestras generaciones y nuestra propia vida.

Si te sientes atado y ciego, que no puedes salir de la situación en la que estás, y no ves a Dios, consulta con un Presbiterio por ayuda. Si no conoces, podría contactarte con alguno que conozca que esté cercano a donde vivas; me puedes contactar por medio del formulario de contacto en mi sitio SeDespiertan.com (también con mi nombre, puedes encontrarme en redes como LinkedIn o Facebook).

Si estás leyendo esto, tu corazón aún palpita, aún hay tiempo. No pierdas la Fe en Cristo, y esto incluye no perder la Fe en su Cuerpo, que es su Iglesia. Que el Padre te guíe a conectarte con quienes debes conectarte de la Iglesia. Con los que son, no con los que dicen ser. Con los que retienen el testimonio de Jesucristo, los que verdaderamente son Hermanos (Apocalipsis 19:10). Amén.

Sigamos con el camino de Jacob:

Creo que ya es tercera vez que lo mencionaré, pero hay algo que me hace mucho ruido, que es con este "Jacob el negociador". Profundizando en esta característica de Jacob, nos ayudará a ver mejor por qué Jacob pasó más de una década en la casa de Labán, y los días de su vida fueron tan "pocos y malos" como él mismo los llega a describir.

El capítulo 28 de Génesis termina con esta negociación de Jacob, y es la última vez que veremos a Dios hablando directamente con Jacob por décadas. Este "bendíceme Dios y yo te bendeciré", teniendo ya toda la promesa de Dios en su vida, que ahora recibe directamente de Dios en este capítulo en los versículos 13 al 15, a Jacob no le queda nada mejor que "cerrar la negociación". ¡Pero hombre! Una bendición es un regalo, no hay que trabajar por ella, no hay que hacer nada por ella. Solo tenía que creer. Quizás la infancia de Jacob fue muy dura, como vimos en capítulos anteriores, y siempre compitiendo con su hermano. Si hasta su padre Isaac prefería a su hermano. Creo que Jacob vivió siempre muy inquieto, buscando ganarse la herencia, y por esto le cuesta mucho que, con el solo creer y permanecer en la Palabra recibida por Dios, se hará realidad la bendición y plan de Dios en su vida.

¿Y esta forma de ser, de entrar a "negociar con Dios", no ocurre en la Iglesia de hoy?

Este punto es muy importante, y con lo que tiene que ver con el "dejarse llevar por las apariencias".

¿Y esto no ocurre en la vida de un cristiano hoy, en tu propia vida?

Recibimos bendición del Padre, como una tremenda palabra profética, pero algo dentro nuestro nos hace sentir incompletos, como indignos. Y puedo pensar..., ¿cómo en mi estado/vida actual, podré vivir tal promesa, tal bendición, que de la boca del Padre ha salido para mi vida? Y comenzamos a idearnos planes para sentirnos más tranquilos, "sentirnos aptos" para recibir, pensando que hay algo que tengo que hacer. Por ejemplo: Tengo que aumentar mis días de ayuno, tengo que leer por más tiempo la Biblia, tengo que comenzar a predicar más en la congregación, tengo que ser parte del presbiterio en mi congregación, tengo que hacer algo más para expandir el Reino de Dios en mi barrio. Y todo lo anterior no tiene nada de malo, si Dios te lo ha pedido hacer. Pero aún si Dios te lo ha pedido, se comete un error al pensar, quizás hasta inconscientemente, que por el hecho de hacer tal(es) obra(s), la bendición de Dios va a llegar.

No es que mis acciones atraigan a la bendición del Padre. Lo único que hay que hacer es creer y permanecer. Al creer en el Padre y en el Hijo, y vivir una vida como Hijo de Dios, no separándome de su mano. Viviendo cada día en mi vida la transformación de ser cada vez más a su imagen y semejanza, hasta alcanzar la altura de su plenitud (Efesios 4:13). Con los frutos que daré en Cristo, parte de estos frutos serán vivir hoy las bendiciones del Padre para mi vida. Y estos frutos que doy, sí, se ejecutan por mis acciones, mis obras, pero lo que hago no es fuente de mis frutos, sino lo que soy en el Hijo y el Padre. Es decir, lo que hago, es el resultado de lo que soy. Pero no soy por el resultado de lo que hago.

No alcanzo las bendiciones del Padre por lo que hago, las alcanzo por lo que soy. Porque ya no soy yo simplemente, soy uno en Cristo y el Padre, cuya medida en ellos, y la de ellos en mí, crece más cada día. Pero hoy la Iglesia se ha concentrado en lo que hace, en sus obras, está todo el año más planificando y haciendo, que escuchando la voz del Padre para hacer su voluntad. Jesús dice "por sus frutos los conocerás", pero estaba dando un indicador para diferenciar a los que no eran de Él, no nos decía que "por sus frutos serán dignos de ser Hijos de Dios y vivir el Reino de Dios en esta tierra".

Creo que hay solo dos cosas que el hombre debe hacer para comenzar a vivir este proceso de transformación que hace Cristo en nosotros, y es lo mismo que para vivir sus bendiciones y plan para nuestra vida. Tener la Fe en el Hijo, y permanecer, ser fiel a Cristo como Él lo ha sido con nosotros. Este permanecer involucra hacer la voluntad del Padre, como Jesús hizo y nos dejó de ejemplo (Juan 5:19, Juan 6:38), no hacer "lo que a mí me parezca". Y esto último es lo que más marca la diferencia. Tener Fe, y no permanecer (que es no hacer la voluntad del Padre) me vuelve un hipócrita, una Iglesia tibia que Dios escupe como vemos en el libro de Apocalipsis.

Los llamados, escogidos, y los fieles, son los que tienen el privilegio luchar al lado del Señor, como vemos en Apocalipsis 17:14. Estos son los más que vencedores. Es responsabilidad de uno ser fiel o no.

La tradición del hombre, silenciando la voz del Espíritu Santo, ha traído una vida en Dios en base a obras, en base procedimientos, instructivos, una vida de Hijos de Dios "made in earth".

"Bendíceme que te bendeciré"."Hago lo que dice la Biblia, y las bendiciones escritas en la Biblia vendrán a mi vida".

Parece que la actitud de Jacob al terminar Génesis 28, no se asemeja a lo que vive hoy la Iglesia, pero no es así. Quizás la Iglesia no negocia directamente con Dios como Jacob, pero lo hace sutilmente, y se ha ido quebrando lo que debiera ser una sana relación con el Padre Dios, y vivir sanamente como Hijos de Dios. Con parte de lo que he vivido personalmente, y de lo que he visto en vida, desarrollaré estos dos ejemplos, a modo de graficar de forma "genérica":

  1. Señor, me congrego en todas las reuniones de la Iglesia ya por 5 años, te he sido fiel con mis diezmos y ofrendas. También hago acciones de misericordia con los pobres. Tu Palabra dice "tú y tu casa serán salvos", por lo que declaro que traes a mis hijos que están perdidos en este año, ellos vuelven a mí, además un profeta me ha hablado que este es un año de restauración en mi vida.

¿Cómo se le exige a Dios de esta manera? Como presentándose con un currículum de su vida en Dios ¿Qué tal ha sido tu vida como padre de tus hijos, quizás ausente, con relaciones quebradas? Dios no manipula, no traerá a los hijos así nada más, además que la autoridad sobre los hijos se la ha dado a los padres, sea para bien o para mal. El versículo de que nuestra casa será salva es precioso, y lo creo, y la palabra del profeta (del ejemplo) puede ser cierta, pero todo lo anterior no se cumple solo por creer, o porque me congrego, o porque intercedo todas las semanas por mis hijos. Todo lo anterior no es que sea erróneo hacerlo, no digo eso, pero estas acciones por sí mismas no van a traer a los hijos perdidos. Si fui un mal padre con mis hijos, ahora en Cristo tengo la oportunidad de ser un buen padre, siendo primero un buen Hijo de Dios. Y con el Hijo y el Padre morando en mí, y yo en ellos, confrontaré los episodios tristes/traumáticos que tuve con mis hijos, las trizaduras en mi familia, pidiendo perdón, perdonando, restaurando, volviendo a levantar mi relación con ellos (Isaías 61:3-4). Serán tiempos difíciles, ya que tendré que confrontar mis acciones en mi familia cuando estaba separado de Cristo. Pero es algo que se tiene que hacer. La restauración de mi casa no vendrá por memorizar y repetir versículos de las promesas del Padre en esta área, no dudando que las palabras tienen poder, son espíritu, pero por sí mismas no traerán a los hijos perdidos. Jesús vino a reconciliar todas las cosas, y somos uno con Él, pero un principio del Reino de Dios, es que con el perdón, debe siempre venir la restitución de lo acontecido (Lucas 19:8-10).

  1. Señor, mi salud ha decaído y ya no te puedo servir como se debe. Te pido que restaures mi cuerpo para continuar tu obra en esta tierra. Si no me sanas en los próximos años, entiendo y acepto que va siendo tiempo en que me llames.

Esto es algo que puede ocurrir, sobre todo con el avance de la edad. Y en las escrituras tenemos preciosas promesas de buena salud, como vemos en Salmo 91:16, Salmo 92:14, y Isaías 46:4. Pero muchos nos podemos volver "demasiado espirituales", olvidando que también somos cuerpo, el cual debe alimentarse de buena manera, y con periódica actividad física. No podemos exigir a Dios un cuerpo sano "porque le servimos", si uno mismo ha mal administrado su cuerpo. Y con servirle, sea, desde servirle como un Ministro como Pastor, hasta servirle en otras áreas como ser llamado a ser un Hijo de Dios Empresario. Sí, Dios es misericordioso y restaura, pero hay que ponerle el esfuerzo. No es una excusa la edad. Hay casos en el mundo, como el de Julia Hawkins en Estados Unidos, quien a sus 103 años de edad, en Junio del año 2019, ganó las carreras de los 50 y 100 metros en los National Senior Games, y recién a los 100 años de edad comenzó a correr en competencias tras no poder seguir haciendo bicicleta de montaña. O también el caso de Harriette Thompson, quien en Junio de 2015, a sus 92 años, y tras el fallecimiento de su esposo meses antes en Enero, terminó la maratón de San Diego en 7 horas y 24 minutos, y que a sus 76 años comenzó a realizar este tipo de actividad con las maratones de 42 kilómetros.

Debemos comenzar a cambiar nuestra forma de ver al Padre Dios y sus promesas. Muchas veces oramos a Dios en un sentido de "exigencia." En Juan 14:13, Jesús dice que todo lo que pidamos en su nombre, Él lo hará. Y en Mateo 21:22, nos dice que todo lo que pidamos creyendo, lo recibiremos. Pero una cosa es orar en su nombre, estando en Él, y otra cosa es orar una exigencia personal con su nombre. Juan 14:13 también dice que Jesús hará lo que le pidamos, pero para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Juan capítulo 15 nos introduce más en esto, y nos habla, en el versículo 4, que permanezcamos en Jesús, o no podremos llevar fruto. Si no podemos llevar fruto, no podrá ser glorificado el Padre en el Hijo, y nuestra oración no se cumplirá, no podremos vivir Juan 14:13.

Más adelante en Juan capítulo 15, el versículo 5 es más drástico, Jesús nos dice "separados de mí nada podéis hacer". Jesús nunca les maquilló nada a sus discípulos, como diríamos en esta expresión chilena, "les contaba la firme".

Vemos que los años de Jacob separados del propósito de Dios, en la casa de Labán, aparte de la bendición de tener a sus hijos, no obtuvo mucho fruto que digamos.

En Juan 15:16 vemos:

"No me elegisteis vosotros a mí, sino que Yo os elegí y os puse para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca, para que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, os lo dé."

Para que se cumpla que todo lo que pidamos al Padre en el nombre de Jesús, el Padre nos lo de, debemos reconocer que Jesús nos escogió primero, y nos ha puesto en un lugar. Debemos preguntarnos entonces, ¿estamos en el lugar que el Padre quiso para nosotros? Solo cumpliendo lo anterior, podremos ir y dar fruto. Y no un fruto cualquiera, sino uno que permanezca. Y recién al cumplir todo lo anterior, dando fruto que permanezca, todo lo que pidamos al Padre en el nombre de Jesús, el Padre nos lo dará.

Pero la Iglesia le exige a Dios. Se maquilla la realidad. Que si el Hermano dejó de congregarse por medio año, le ocurrió algo terrible en su familia, y vuelve a la congregación por auxilio, oramos por él pidiéndole al Padre restauración. Lo que está muy bien. Pero como no queremos que deje de congregarse ahora que ha vuelto, no confrontamos el por qué dejó de congregarse, no confrontamos qué está haciendo con su vida, si está en el lugar que el Padre lo ha colocado y está viviendo lo que vimos en Juan 15, versículos 4 al 5, y versículo 16. Pensamos que "eso es su vida privada, si quiere lo puede decir, somos llamados a bendecir y ser misericordiosos." Y le quitamos los demonios, le lavamos los pies, lo ungimos, le imponemos las manos, el Hermano cae de rodillas llorando y dando gracias, y luego todos lo abrazamos y le damos palabra de bendición. Pero a las dos semanas el Hermanos desaparece nuevamente. Y todos los Hermanos de la congregación pueden llegar a tomar esa actitud como ejemplo y llegar a pensar consciente o inconscientemente: "Como con este Hermanos que ni volvió después, siempre van a estar los Pastores y los ancianos (el presbiterio) de la congregación para levantarme si me caigo. Tengo mis errores que sigo viviendo y que a nadie le he dicho, pero al menos me congrego todas las semanas, y a veces hasta voy a intercesión en la semana pese a que trabajo en horario de oficina; no estoy tan mal". Y los Hermanos viven débiles en la Fe, una semana bien, y otras 3 semanas mal, y así cada mes y cada año.

La Palabra también es dura con no llegar a imponer las manos a cualquiera. 1 Timoteo 5:22, nos dice:

"A nadie impongas las manos con ligereza ni compartas pecados ajenos, consérvate puro" (versión BTX4)

"No impongas las manos sobre nadie con ligereza, compartiendo así la responsabilidad por los pecados de otros; guárdate libre de pecado" (versión LBLA)

Una cosa es orar por quien no conoce a Cristo, e impartir de Cristo para restauración de su vida. Pero otra cosa es hacerlo con quien ya conoce a Cristo, y "se ha ido por la suya", sin confrontarlo, exhortándolo, para que se enderece y no se vuelva a extraviar. También nadie obliga a nadie. Quien no se quiera abrir y hablar lo que vive, que no lo haga, pero no podrá recibir bendición del Cuerpo, él mismo se habrá separado. Como dice 1 Timoteo 5:22, conservémonos puros.

Si, además de no solo orar al Padre exigiéndole que me cumpla, como si mi oración fuera un contrato que para hacerlo válido y se cumpla hago citaciones a gran voz de lo escrito en la Biblia, sin siquiera vivir lo que vimos en Juan capítulo 15 en nuestras vidas, o por quien oramos o intercedemos por lo esté viviendo, también llegamos a ser partícipes de pecados al imponer manos a un Hermano débil/extraviado que no es confrontado, y la congregación puede verse afectada. El Apóstol Pablo fue claro en 1 Timoteo 5:22, nos hacernos partícipes de sus pecados. No es ver como bicho raro al extraviado, al Hermano pecador, no es que no oremos por él para que sea restaurado. Es confrontarlo para que sea expuesto ante los Hermanos y cambie su vida. La Palabra nos muestra qué bendición es exponer los pecados públicamente en la congregación, y el Apóstol Pablo llegó a confrontar Hermanos (o que en algún momento lo fueron) públicamente en sus cartas. Lo "políticamente correcto", y las filosofías del mundo, pueden volver hipócrita a la Iglesia.

Pero Dios es misericordioso, y nos ama, porque antes de ser nuestro Dios creador, es nuestro Padre, no olvidemos jamás esto. Y si hemos errado, abogado tenemos con nosotros como vemos en la Biblia como en 1 Juan 2:1. Él es nuestro Padre, pero también nos ha dejado principios, como Juan 15:16, para que no estemos como a la deriva cada día, pensando, "Dios, ¿hoy responderás a mi anhelo?" El Padre ya prometió darnos todo en Cristo, quien ya ha terminado toda su obra, tenerlo todo en Él, y nos ha dejado sus principios para vivir esta realidad.

¡Es una realidad tremenda que no debemos dejar escapar!

Corrijo, más bien, es una realidad de la que no debemos salirnos, es uno quien escapa de ella, es uno quien se sale de su mano. El Padre solo quiere tomarnos y abrazarnos, pero Él no obliga nadie. Con lazos de ternura, con cuerdas de amor, el Padre nos atrae (Oseas 11:4).

Debemos cambiar la forma de ver a Dios, verlo primero como Padre, y vivir la vida que tiene para nosotros en sus diseños. La tradición del hombre en la Iglesia ha hecho mucho daño, alejándonos el vivir al Padre cada día como algo cercano.

También, el formato de "dios" de la cultura del mundo, nos ha afectado, y nos es difícil experimentar lo que es Dios como Padre antes que todo, sobre todo si tuvimos una vida familiar complicada con nuestros propios padre terrenales.

Jacob tuvo sus problemas con sus padres como hemos visto, y el estar "luchando por la herencia" con su hermano desde que estaba en el vientre de su madre. Vemos terminando Génesis 28, que Jacob traslada este "luchar" por la bendición dentro de su familia, ahora con Dios al entrar a negociar con Él. Jacob no tenía aún al Espíritu Santo para que el Padre y el Hijo pudieran morar en él, solo podía estar con Dios, como vemos con la visión en el sueño que tuvo y la Palabra recibida, pero no podía estar en Dios y vivir una transformación completa de su ser. No así nosotros hoy, por lo que teniendo su ejemplo, y tan tremendo regalo que es el Espíritu Santo, menos razón tenemos de vivir una vida como "Jacob el negociador".

Llegamos entonces, a Génesis capítulo 29, donde veremos cómo el mismo Jacob, siendo guiado "por las apariencias", él mismo se va atando a una forma de vivir y trabajar por décadas, fuera del camino de Dios, y sin poder escuchar a Dios:

En los versículos 1 al 14 de Génesis 29, Jacob busca apresurar a los rebaños que ya estaban en el pozo, al saber que se acercaba la hija de Labán, Raquel, con el rebaño de Labán. Jacob le da de beber al rebaño de Raquel cuando llega, y tras esto, la besa, clama en murmullo/llanto, y al final se presenta diciendo quién era él. Sí, es bastante extraño. Jacob sabía que ella era una hija de Labán, a quien podría tomar como esposa, pero ella no sabía quien era cuando la besó y clamó de esa manera; hoy en día quizás un actuar obsesivo y cringe. Raquel no iba con un par de animales, iba con todo un rebaño. Y durante todo este tiempo que Jacob le da de beber a los animales, un par de horas al menos, Jacob no se presenta como quien es. Jacob también "se baja", ya que actúa como sirviente ante Raquel. Este fue el primer gran error que comete Jacob antes de entrar a la casa de Labán.

Entramos a lo que vimos, Jacob en su afán de querer ganarse las cosas por las obras, se baja como al nivel de un sirviente ante la hija de Labán. Aún cuando los padres de Jacob ya lo habían enviado con su bendición para ir a buscar esposa de las hijas de Labán. Y aún con las tremenda promesa de bendición que ya había recibido del Señor.

Luego que Jacob se presenta con Raquel, ella regresa corriendo donde su padre a contarle lo ocurrido, y Labán sale al encuentro de Jacob, y tras esto lo reconoce como de su parentela: Labán le dice a Jacob, "¡Ciertamente hueso mío y carne mía eres!", y Jacob habita en la casa de Labán, en un principio, los días de un mes.

Un mes..., un mes... que pasaría a ser más de una década. Vamos al capítulo siguiente, como son los días "pocos y malos" de Jacob en la casa de Labán: