Intercesión de las 24 Casas con los 24 Tronos

La Palabra habla que Dios reina sobre las naciones en su trono, Salmo 47:8:

"¡’Elohim reina sobre las naciones! ¡’Elohim se sienta en su santo trono!"

En Apocalipsis 2:26, una de las promesas al que venciere en lo que cayeron las 7 Iglesias, como vimos en la habitación de la Corte Celestial, es que el Señor nos da autoridad sobre las naciones:

"Al que venza y al que guarde mis obras hasta el fin, le daré autoridad sobre las naciones."

Si vencemos, con tronos Dios nos pone en las naciones. ¿Cómo es esto? ¿No hay un solo trono y los 24 ancianos con sus tronos solamente? Habrían más tronos, veamos:

El siguiente versículo lo recibí en una visión que nos compartió, vía streaming, el Pastor Fernando Orihuela con su casa, a fines del año 2018, y lo que impartió me ayudó a ver mejor sobre los tronos de los Hijos. Veamos: Salmo 122:1-5 nos habla de los tronos en la ciudad de Dios:

"Yo me alegré con los que me decían: ¡Vayamos a la Casa de YHVH! ¡Nuestros pies ya están plantados dentro de tus puertas, oh Jerusalem! Jerusalem, que estás edificada como ciudad bien unida y compacta, Adonde suben las tribus, las tribus de YH, Según la costumbre de Israel, a dar gracias al nombre de YHVH, Porque allí están los tronos del juicio, Los tronos de la casa de David."

Este Salmo termina en el versículo 9 hablando de la casa del Señor, no de templo. David no está hablando de la ciudad física de Jerusalén de su tiempo, en la cual tampoco habían "varios tronos". Lo que habla es de la Jerusalén Celestial, la ciudad donde habita el Padre y el Hijo.

Vemos que lo más importante para David era estar en esta ciudad, esta casa de Dios, como vemos en Salmo 27:4:

"Una cosa he demandado a YHVH, ésta buscaré: Que esté yo en la Casa de YHVH todos los días de mi vida, Para contemplar la hermosura de YHVH, e inquirir en su templo."

¿Por qué David oraría así por un lugar en el que ya habitaba, y era el rey, el pastor de la nación? Y es que, David no estaba hablando del lugar físico de Jerusalén. David anhelaba los lugares celestiales. Anhelaba esa comunión que se alzaba en la alabanza. El misterio precioso del tabernáculo de David. Adorar a Dios frente a frente a cara descubierta. Vivir y ser parte de la ciudad del Dios vivo.

Veo el caso, en el antiguo testamento, cuando se ora por la nación como "el lugar físico" de Israel, se la nombra como la casa de Israel. Para poner de ejemplo, Salmo 115:12:

"YHVH se acordó de nosotros, Él nos bendecirá, Bendecirá a la casa de Israel, Bendecirá a la casa de Aarón,"

Entonces, a diferencia del pasaje anterior, David está hablando de lugares celestiales en el Salmo 122; en estos lugares vemos estos tronos del juicio que se describen en este Salmo. En el hebreo, aquí para juicio se usa la palabra mishpat que también significa justicia y ordenanza.

Dios tiene tronos en su ciudad viva, en la Jerusalén Celestial. Parte de poner a todos los enemigos por estrado de sus pies, que tenemos que hacer como Cuerpo de Cristo, es que en la autoridad en Cristo que tenemos, estamos en los tronos del juicio, de la justicia, de las ordenanzas, del Padre.

Esto que el Señor me ha hablado, me permitió entender algo que vi en el espíritu hace unos años atrás, y que no entendía hasta ahora:

Intercediendo en una ocación, me vi que estaba sentado en un trono en los cielos, pero también que dicho trono estaba en la tierra, y me veía también en la tierra. No entendía lo que ocurría. Pensaba que había solo un trono en el cielo, y los 24 tronos para los 24 ancianos que vemos en Apocalipsis. Al no entender, y la verdad, no preguntar al Señor, me sentí que no debía estar sentado en un trono. Y para comenzar a interceder, me iba a parar del trono en el que me veía en el espíritu que estaba en el cielo y en la tierra. Pero inmediatamente al querer hacer esto, el Padre me dice, "¡intercede en el trono Hijo! Toda autoridad te es dada en los cielos y en la tierra, ¡no lo olvides!" Intercedí y fue un tiempo tremendo, y pude ver cosas que nunca había experimentado. El Señor me estaba mostrando el poder de los tronos que da para sus Hijos.

Es interesante que en Hechos 2:2, cuando los discípulos de Cristo llegan a estar en unanimidad y viene con todo el Espíritu Santo, estaban sentados:

"Y de repente fue hecho en el cielo un estruendo, como de una ráfaga de viento impetuoso, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados."

Ahora, como he dicho varias veces en este libro, esto no es una fórmula, un instructivo paso a paso. No es que debamos estar sentados para tener mayor autoridad que estando de pie. Son principios que habla el Espíritu Santo, a Él debemos de escucharlo. El Señor quiso que estuvieran sentados en Hechos 2:2. Pero podemos interceder, y estar obrando en el espíritu, sentados, de pie, corriendo, danzando, entre otras formas y diseños que el Espíritu del Padre nos hable hoy. Lo que quiero impartir es el diseño de tronos que tenemos como Hijos de Dios, en tremenda, gran, y única autoridad que se nos ha dado.

Debemos ser conscientes de estar sentados en lugares celestiales en Cristo Jesús, Efesios 2:6:

"Y juntamente con Jesús el Mesías nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos."

Este diseño de sentarnos en lugares celestiales, de tronos, siendo uno a uno con Dios, es lo mismo que buscaba Lucero de manera torcida, Isaías 14:12-15:

"¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Tú, que abatías las naciones, has sido derribado a tierra. Tú que decías en tu corazón: Subiré a los cielos, en lo alto, Junto a las estrellas de Dios levantaré mi trono, Y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte. Sobre las alturas de las nubes subiré, Y seré semejante a ’Elyón. ¡Ay, pero tú, derribado eres hasta el Seol, A lo profundo del abismo!"

Aún hoy en día, un Hermano puede caer por buscar ser más uno a uno con Dios a su propia manera, por su propio camino, por sus contrataciones alejadas de los caminos de Cristo. El libro Hebreos en capítulo 2, versículo 1, nos habla que "debemos dar más solícita atención a las cosas que fueron oídas". Esto no solo de las bendiciones y todo lo que Cristo nos muestra, creo yo, sino también de los testimonios de aquellos que han caído, se han torcido. Debemos dar más solícita atención a los caminos de los caídos en sus propias perversidades, no sea que caigamos en lo mismo.

Los tronos de los Hijos es algo a lo que debemos despertar, y ver la importancia que tienen.

El Señor en la visión que me mostró, no solo me mostraba sentado en un trono en los cielos, sino también en la tierra. Somos el Reino ya en la tierra. Debemos expandirnos. El trono de los Hijos en los cielos y en la tierra, uniendo cielo y tierra, es uno que al expandirse, expande los juicios, la justicia, y las ordenanzas, del Padre sobre el territorio en el que estemos.

Oro en este momento para que cada Hijo de Dios, despierte aún más su identidad en Cristo, como portadores de su trono como Hermanos del Rey, como co-herederos con el primogénito de toda la creación, en los diseños de autoridad, y sobre todo, responsabilidad. Estamos juntamente en Cristo sentado en lugares celestiales, lugares a los que Lucero quiso sentarse con su propio camino y trono torcido. Y seamos rectos en nuestro andar para no caer como aquel diablo lleno de perversidades.

Las responsabilidades de los tronos es levantarnos cuando debemos hacerlo. Siendo unos en Cristo, seamos del país que seamos, de la cultura que seamos, somos un solo Cuerpo, donde ya no hay diferencias de nacionalidades; unos en Cristo, obrando, unidos, junto a la Cabeza que es Cristo Jesús.

Selah.

Salmos 122 también habla que la ciudad de Dios es una ciudad "bien unida y compacta". Debemos arreglar nuestras diferencias como Hermanos unos con otros, y continuar en la mutua edificación, para que cada lugar de la ciudad del Dios vivo, de la Jerusalén Celestial, sea de la misma altura y fortaleza en Cristo, hasta el tiempo en que la Jerusalén Celestial sea terminada.

Unidos en Cristo, llegando todos a la misma altura, podremos unirnos, sin importar distancias ni nacionalidades. Todos en un proyecto en común que nos da Cristo. Sin propias agendas congregacionales. Derribando "las 4 paredes" en las que el Cuerpo de Cristo se ha encerrado por tanto tiempo. Siendo unos, sin tiempos ni distancias que nos separen unos con otros. La oración de David en Salmos 122 es ahora, unámonos a esta oración que nos muestra diseños de la ciudad de Dios, del Padre eterno,

Intercedamos con los 24 tronos. Esto es todas las naciones reunidas, y los ángeles, siendo uno, como un gran Majanáyim de todas las naciones en Cristo. Todos reunidos, terminando de poner a todos sus enemigos por estrado de sus pies. Todos reunidos en la mesa del Padre, comiendo de Cristo, en unanimidad, sin confusión, celos, ni ninguna tiniebla, viendo al Hijo y al Padre a cara descubierta.

Sean estos diseños profundizados en cada uno de mis Hermanos.

¡Gloria a Dios, gloria al Hijo!

Queda muy poco, ¡pero esto también apenas comienza!