¿Qué es esta sección? No es de publicaciones en sí, sino de la importancia que es lo de congregarnos como Cuerpo de Cristo.
Quizás hubiera alguien que por uno u otro motivo, actualmente no se está congregando, y se está perdiendo algo precioso, del diseño del Padre para sus Hijos:
Hebreos 10:23-25:
“Mantengamos sin fluctuar la confesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió. Y considerémonos los unos a los otros para estímulo del amor y de las buenas obras; no abandonando nuestra propia asamblea, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos, y tanto más, cuanto veis que aquél día se acerca”.
Actualmente yo me congrego en la Congregación Nueva Vida. Somos de Chile. Nos estamos conectando por internet para nuestras reuniones de adoración, compartir la Palabra, y de intercesión. Si no te estás congregando, y quieres participar, nos puedes contactar por el siguiente formulario de contacto:
Revisa que tu e-mail esté bien escrito. En caso que no te conteste, es probable que me lo enviaste con algún error, para que vuelvas a enviarme tu mensaje.
No te sientas comprometido. Puede que si participes hoy con nosotros, el día de mañana el Padre te lleve a otro lugar. Si es Dios quien te guía, más que alegres de recibir a un Hermano que esté solo, pueda crecer en Cristo con nosotros, y el día de mañana lo despidamos ya que se va a hacer una nueva obra del Padre en otro lugar con otro Ministerio.
También, si eres de otro lugar y quisieras información de alguna congregación que esté cercana a donde vives, también nos puedes contactar, para conectarte con alguna Iglesia amiga.
Congregarse es de gran bendición de muchas formas. También vemos de este principio en Salmos 133:1-2:
“¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es Habitar los hermanos juntos en armonía!
Es como el buen óleo sobre la cabeza, El cual desciende sobre la barba, La barba de Aarón, Y baja hasta el borde de sus vestiduras.”
En el versículo anterior también vemos otro principio, el de la autoridad de los Hermanos maduros, los presbíteros, los ancianos en Cristo. La bendición baja desde las barbas de Aaron, desde los más maduros en Cristo, hasta el borde de sus vestiduras, los más nuevos en Cristo. En varios versículos vemos aplicado este principio, como Hechos 6:6, Hechos 28:8, 1 Timoteo 4:14, Jacob 5:14.
Es un tremendo tema el congregarnos. Pero no por ello podremos evitar los problemas que como hombres podemos llegar a tener unos con otros. Aún en los tiempos del Apóstol Pablo, vemos las diferencias y problemas que existieron entre las Iglesias. Aún cuando a Pablo lo querían matar de la Iglesia de Jerusalén, él no dudó en actuar como Cuerpo de Cristo, y bendecirlos junto a la Iglesia de Antioquía con bendición económica, cuando estaban pasando por un mal período de provisión.
No veamos al hombre, al líder, al Pastor, al Profeta, al Ministro que Dios puede habernos puesto por delante. Veamos siempre y firmemente a Cristo delante y en nosotros, como nos dice Hebreos 12:2. Porque el hombre puede flaquear, puede tropezar, puede caer, pero no por eso vamos a abandonar los caminos, los pasos, que el Padre ha preparado para nosotros desde antes de la fundación del mundo; que no por una mala experiencia con hermanos, me salga de Cristo.
Sí, en lo último digo salirme de Cristo por dejar de congregarme. Es duro, sí. Pero, La Iglesia es su Cuerpo, y no puedo decir que habito en la plenitud de Cristo, si solo quiero interactuar, compartir, con la Cabeza y no con el Cuerpo de Cristo. Recordemos que pese a todas las debilidades que podemos tener, como vemos en Hebreos 2:11, Cristo no se avergüenza de llamarnos Hermanos. Así aún Dios dijo que amáramos a nuestros enemigos, así debemos amar aún a los que llamándose hermanos, pudieron haber hecho algo malo, terrible, en daño al Cuerpo.
Congregarnos es también amarnos, y ser misericordiosos unos con otros, en cualquier circunstancias. Esto no significa tampoco tolerar lo que Dios no tolera, ni ser “políticamente correctos” ante situación que son tiniebla e injusticia a los ojos del Trono del Padre. Seamos sabios para proceder con la guía de la voz del Espíritu Santo. Seamos mansos, pero no mensos.